Gastón Vigo es el creador de la Fundación Akamasoa Argentina. Es Doctor en Economía y autor de cinco libros de economía política con un enfoque social. En diálogo con Valores sin Fronteras, reflexiona sobre cómo combatir la pobreza en el país.
¿Qué es Akamasoa? ¿Cuál es la génesis de esta fundación?
Akamasoa es una labor humanitaria nacida en África en el año 89’, cuando un sacerdote argentino, padre Pedro Pablo Opeka, se quedó impresionado en Madagascar viendo un basural en donde niños peleaban con animales por comida. Literalmente, como él cuenta, dijo “si yo sigo hablando soy un sinvergüenza. Lo que tengo que hacer es ponerme a trabajar. Voy a recuperar el oficio de albañil”. Y lo que comenzó siendo el reparto de un poco de pan y de leche, terminó convirtiéndose, en 35 años, en una ciudad de cuarenta mil personas.
Yo ya venía trabajando en el mundo humanitario de hace muchos años y cuando conocí la obra de Pedro, me conmoví. Al cabo del tiempo trabajando con él, renové las ganas y me puse a trabajar en Lima, Zárate, Provincia de Buenos Aires, a hacer una primera comunidad. Hoy estoy haciendo acá la primera para dos mil personas. Y es repetir lo mismo: hacer viviendas, hacer jardines, hacer cementerios, hacer escuelas, hacer centros de salud… Y todo lo que uno cree que va a ayudar a que la gente viva de pie, evitando el asistencialismo y focalizando, sobre todo, el trabajo en tres pilares: el trabajo, la educación y la disciplina.
¿Cómo llegaste a conocer al Padre Pedro? ¿Cómo fue tu llegada a este proyecto?
Trabajo en el mundo humanitario desde muy temprana edad. Al principio, en el colegio, yendo a misionar; después, ya en la universidad, trabajando de forma part-time en algunas fundaciones; hasta que a los 25 años decidí dejar lo mío y dedicarme, sobre todo, a la desnutrición infantil. Si bien evitaba las secuelas de un chico desnutrido hasta los 5 años, no podía preguntarme ¿Ese niño irá a la escuela? ¿Lo prepararán para ser el futuro desempleado? ¿Lo prepararán para el mundo en el que está inserto?
En una conferencia en Argentina lo escuché a Pedro decir “si vas a ayudar, ayudá hasta el final”. Ahí renuncié a mi trabajo y me fui a África a trabajar a su lado y a preguntarle si él consideraba viable extender Akamasoa, Madagascar, a la Argentina. Y ahí nace Akamasoa Argentina.
¿Cómo fue tu experiencia en África?
Fue impactante. Madagascar es el quinto país más miserable del planeta. Eso implica, por ejemplo, que el 70% de los chicos padece desnutrición crónica y que el 92% de la población vive con menos de dos dólares por día. Allá no hay pobreza, hay supervivencia absoluta. Es un infierno de hambre. Eso te conmueve. Convivís permanentemente con la muerte: la mortalidad infantil allá hay 600 por mil, la expectativa de vida son 53 años.
Es difícil trabajar todas las etapas, entender que la pobreza muchas veces afecta a niños, adultos, jóvenes, adolescentes, ancianos, que este es un problema multicausal, por lo tanto su abordaje debe ser integral. Estoy convencido de que un pueblo puede resucitar de la marginalidad. Por eso buscamos ayudas mancomunadas, sin importar la nacionalidad, el credo, ni la ideología.
¿Pensás que de la experiencia en Madagascar podemos aprender en este país para combatir la pobreza?
Totalmente. En primer lugar, la experiencia en Madagascar nos indica que es posible hacer una comunidad de cero, con nada… Sí convocando las voluntades, pero apoyando todo el programa en estos pilares. Por otro lado, te enseña que, si bien cada ayuda es loable y cada ayuda es bienvenida, no alcanza con hacer una vivienda, una escuela o un hospital para resolver la pobreza. Muchas veces se cree que el que está en la pobreza es una persona igual a nosotros a la que simplemente le falta plata, y la situación es mucho más compleja. Entonces, en ese sentido, también a mí África me enseñó esto del trabajo cuerpo a cuerpo. Si vos querés que te respeten, te tienen que doler los mismos huesos. Si yo no estuviera día a día trabajando con ellos, difícilmente me van a respetar, me van a creer, me van a apoyar, porque los han desilusionado tanto, les han mentido tanto… Y a mí me encanta este vínculo comunitario que África te enseña: todos somos las partes importantes, todos tenemos que trabajar en conjunto. Por eso, por ejemplo, cada vivienda de Akamasoa las hacemos sin saber para quién va a ser.
O sea que sin entramado comunitario, no tenés verdaderamente un desarrollo…
Sí, es muy difícil salir de la extrema pobreza. En la Argentina se demora seis generaciones en promedio para salir. Ya no tenemos la movilidad social ascendente de hace un tiempo. Por eso, es fundamental hacer un análisis profundo de situación, para no caer en la “ayuda que daña”. ¿Cómo? Porque puedo estar generando en ese ser humano mayor dependencia, que su autoestima no se eleve, que esa persona crea que es imposible salir de ese pozo, de ese cono de sombra.
¿En qué proyectos está Akamasoa actualmente? ¿Qué nos podés contar del trabajo para 2023?
Tenemos un objetivo muy grande, que es hacer diez viviendas, empezar un colegio, con todo lo que eso implica. Hasta ahora, teníamos una escuela de adultos, un jardín Montessori y una guardería. Ahora vamos a hacer un colegio con todos los niveles. Y, por otro lado, un centro de salud, que se hace de forma modular, como en la época de COVID, con container, para cubrir las patologías típicas que en la extrema pobreza no se cubren.
Para eso, necesitamos muchos aportes. Somos una organización netamente privada que vivimos de lo que nosotros generamos y de las donaciones que recibimos.
Sé que estoy donde tengo que estar y si todavía no llegué hacia donde apunto, voy a ponerle más garra, coraje, tripa, corazón e inteligencia. Y, en ese sentido, Dios (soy una persona de fe) abre los caminos, aun en los momentos de mayor oscuridad.
Podés hacerlo a través de las redes sociales, Akamasoa Argentina, o ingresando a www.akamasoaargentina.org. Hay una pestaña que dice “Donaciones y Proyectos”.