En el marco de un presente global cada vez más desconectado del afecto y la convivencia armoniosa, el poeta, novelista, dramaturgo y filántropo Alejandro Guillermo Roemmers no baja los brazos; por el contrario, dobla la apuesta y sigue adelante con su meta tan loable como inmensa: convencer al prójimo de que el amor es la herramienta para salvar al mundo.
Durante cinco décadas, Roemmers ha abogado incansablemente por la fraternidad humana y la necesidad de más amor y comprensión entre los habitantes del planeta.
Desde que a los 14 años inició convencido este camino de compromiso, soportando bullying, agresiones y calumnias, este singular activista de la Fraternidad, ha sido un adalid de la lucha por un mundo más unido y consciente de la felicidad y bienestar que brinda el afecto sincero.
Su pasión y dedicación le valieron recientemente el título de Doctor Honoris Causa en Filosofía con extensión en Ecología integral, de la Universidad Pontificia Antonianum, además del galardón único recibido en abril, el premio San Francisco de Asís a los valores humanos, por primera vez otorgado a una persona.
Sin embargo, a pesar de sus profundos y movilizadores trabajos literarios y discursos en espacios emblemáticos con intensos llamados a la reflexión, como por ejemplo el del 10 de Junio en la Plaza San Pedro del Vaticano, donde alentado por el Papa Francisco cerró la Jornada mundial #Not Alone, replicando su creación, el Abrazo de Asís «Somos todos Hermanos», frente a casi medio millar de jóvenes y embajadores de todos los continentes, con 30 Premios Nobel rodeándolo y oyéndolo atentamente en su apasionado llamado a más humanidad y paz en el mundo. Lamentablemente, a pesar de todo su esfuerzo, la voz de Roemmers ha resonado en oídos sordos en la mayoría de los pasillos del poder. ¿Cuántas vidas y cuánta felicidad podrían haber sido salvadas si los líderes mundiales hubieran prestado atención a sus consejos?
La comunidad global, cada vez más cerca del abismo, se enfrenta a una pérdida palpable de calidad de vida. La brecha entre quienes disponen y no de acceso a los recursos se ha ensanchado, la tolerancia y empatía parecen desvanecerse, y la crisis climática avanza sin freno. Alejandro nos recuerda que la verdadera riqueza de una sociedad radica en su capacidad para cuidar y comprender a sus miembros.
Es hora de detenernos y reflexionar sobre el legado de este incansable defensor de la fraternidad humana. Escuchar sus palabras es un primer paso hacia la construcción de un mundo más unido, donde el amor y la comprensión prevalezcan sobre la división y la indiferencia.