Ignacio María Doñoro es un sacerdote católico español. Desde el año 2002 lucha contra diversos formas de vulneración de los derechos de los menores. Conversamos con él para que nos cuente más el Hogar Nazaret, del cual es el fundador.
Hogar Nazaret es una obra de la Iglesia católica, dentro de la prelatura de Moyobamba, en la región de San Martín en Perú, en plena selva del Amazonas. Es una zona declarada de extrema, extrema pobreza. Y surge en el año de la misericordia del papa Francisco, asistiendo a este llamado. Y como una obra de toda la prelatura, donde entre cuatro mil comunidades que tenemos, los sacerdotes, catequistas, laicos comprometidos, profesores, mucha gente, cuando detectan un caso de un niño o una niña que está en situación de extrema vulnerabilidad, intentamos analizarlo y, en el caso extremo, cuando no podemos arreglar esa situación, el niño o la niña viene al Hogar Nazareth.
Tenemos dos grandes centros. Uno en Carhuapoma, que vamos ampliando con una hectárea más, que también consta de una escuela de fútbol y de huerto, es para varones, para niños. Y otro centro, bastante grande, de 9.000m2 de construcción, que es una réplica de un santuario español muy conocido (santuario Nuestra Señora del Rocío), y es para niñas y chicas adolescentes. Lo que intentamos es que estos niños tengan lo mejor de lo mejor. Nuestra filosofía que nos inspira es que lo mejor para los últimos de la Tierra, para los más destrozados, para los más abandonados.
Yo siempre insisto en que no son pobres los más pobres de los pobres. A estos niños no solamente se les da educación, colegio (tenemos dos colegios públicos de gestión privada también), se les da alimentación, se les viste, sino, sobre todo, se les forma en valores. E intentamos que los niños y niñas del Hogar Nazaret sean agentes de cambio en sus comunidades de origen. Ellos están durante todo el año en el Hogar Nazaret y un mes al año es obligatorio volver (si es que el entorno es seguro) a sus comunidades para intentar cambiar esa realidad.
Cuando Alejandro Roemmers vio este proyecto, le pareció apasionante. La verdad es que hubo una conexión increíble entre él y yo. Y apasionante porque él vio realmente la profundidad del proyecto, donde son miles de niños los que van pasando por el Hogar Nazaret, los que están cambiando sus vidas. Y en concreto, pues, él me ayudó, en un principio, a construir una escuela… Pero, para participar en la escuela de fútbol, los niños tenían que estar escolarizados, tenían que tener un seguro médico específico, que el Estado lo da. Muchas veces no tenían ese seguro por negligencia, por desconocimiento… ¿Y qué hace ese seguro médico? Pues cubre todos los gastos. A veces, cuando hay enfermedades, se resigna a padecerla o incluso a llegar a morir, porque pues es su suerte. Y bueno, está siendo, la escuela de fútbol, ya no van solamente los niños albergados del Hogar Nazaret, sino todos los niños del entorno. Entonces, Alejandro dijo “bueno, pues, esta es una buena apuesta”. Lo que pasa es que con el tiempo que hemos ido trabajando, hemos descubierto un regalo mayor que nos ha hecho Alejandro, y ha sido su propia obra, su propio trabajo, su propia filosofía de vida. El regreso de El principito no sé cómo definirlo, pero tiene tantos valores, tiene tanta densidad, tanto contenido, hay tanto amor en ese libro… que está siendo un apoyo fantástico para crear esos constructos de valores que les estamos dando a los niños. Y prácticamente, ahora es más simpático porque, claro, lógicamente está el Evangelio, pero luego está el libro de Alejandro, entonces, el libro de Alejandro, para mí, es mucho más que una aportación económica, muchísimo más, porque es darles otra visión de la vida.
– Yo soy capellán militar, tenía una vida muy estructurada, he intentado siempre servir a los más pobres, a los que más sufrían, pero, en concreto, en España tuvimos un problema horroroso con ETA (el terrorismo ETA) y tuvimos que apoyar a las víctimas del terrorismo. Siempre al que más sufre, sin mirar colores, sin mirar fronteras, sin mirar ideologías, sin mirar religión, sin mirar nada, nunca he tenido en cuenta eso. Y bueno, pues sí, fue a partir de un encuentro muy causal (no casual, sino causal) que tuve en El Salvador con un niño, que sus padres lo habían vendido para tráfico de órganos y tenía que actuar rápidamente. Vi la oportunidad que Dios me estaba dando de hacer algo decente en la vida. En la vida, yo creo que si salvas a una persona, tu vida ha tenido sentido. De una manera muy rápida se actuó y, gracias a Dios, a partir de ahí, yo nunca pensé encontrarme con situaciones límites… Leandro, no eran casas para niños pobres, sino casas de rescate, casas de niños en situaciones muy complicadas, muy peligrosas. Lo cierto es que siempre contaba con el apoyo de la policía, el ejército, y yo me he metido en lugares donde nadie jamás se hubiera metido, motivado porque, precisamente, el que salva a un niño, salva a la humanidad, ¿no? Y merecía la pena.
Mis niños viven bastante mejor que yo, yo vivo en una chozita. No es fácil, una cosa es mandar un dinero (que es lo que hacía en El Salvador, en Colombia, en Mozambique, en Tánger, en lugares de la guerra, mandaba dinero, visitaba, enviaba cosas…) y otra cosa es dejar absolutamente toda mi vida, una vida absolutamente de estabilidad, de cierto confort y de seguridades e irme a vivir con los más pobres de los pobres. Y, de hecho, hace seis años tuve un percance en Puerto Maldonado porque yo estaba arrancando a niños del tráfico de personas y entonces, pues, me dieron una paliza tremenda y la paliza fue tan grave que hasta me dieron por muerto. Y me salvé la vida de una manera casi, casi milagrosa, con fisioterapeutas, unas clínicas estupendas y gracias a una gente maravillosa.
Vinimos a una casa donde no hay tráfico de órganos, no hay niños que sean víctimas del tráfico de órganos, pero sí hay niños en situación de extrema vulnerabilidad. Y siempre y cuando estos niños estén judicializados, sabiendo que siempre el cambio está por la educación, ese es el factor de cambio de una sociedad. Y bueno, pues, he sido invitado a este encuentro, a este abrazo que ha preparado nuestro amigo. Es maravilloso, realmente es un hombre al que admiro muchísimo, aunque solamente físicamente nos hemos visto una vez, nos hemos llamado por teléfono muchas, pero ciertamente él incluso me ha prometido que va a venir a estar con los niños. Hace poco tuvo un accidente y los niños han rezado por él día y noche, una cosa increíble. Y bueno, pues, he conseguido incluso el pasaporte para un niño de Puerto Maldonado. Cuando el papa Francisco visita Perú, hay una visita muy especial que es a las comunidades indígenas, y entonces es en Puerto Maldonado. Y pues hoy precisamente he conseguido el pasaporte para un niño que estuvo conmigo desde muy pequeñito, que es de una comunidad indígena. Y qué bonito que este niño, que es de una comunidad indígena, que vivía una vida tremenda, donde no tenía para comer (realmente estaba muriéndose de hambre), en una situación de abandono moral tremenda, pues es un muchacho feliz que ya tiene 18 años y que lo voy a presentar allí en Asís.
– Porque merece la pena dar vida, es indescriptible. Es indescriptible la sensación que se tiene cuando ves que esa persona es feliz, cuando un niño es feliz. Es indescriptible. Cuando un niño al que se le ha robado su infancia, se le ha devuelto su infancia y te dice “papá”. Yo, bueno, pues hago de papá de todos, todos me dicen “papá”, no han tenido padre. Y es una maravilla, es una gozada el ser padre. Además, ellos repiten mucho la frase “padre no es el que engendra, padre es el que te cría, el que te ama y el que te educa”. Entonces, bueno, yo soy el papá de todos y me dicen “papá, hoy es el día más feliz de mi vida”. Y al día siguiente te dicen “no, papá, me equivoqué, no fue ayer, es hoy, hoy es el día más feliz de mi vida”. Y eso es simplemente porque han jugado al fútbol y han comido… Y se han sentido seguros, se han sentido amados, se han sentido respetados. Incluso, además, no se esconde el dolor, el dolor hay que atravesarlo y llorar mucho más, y todo es para poder crecer. Y luego está la fe en Dios. Porque Jesús nos está diciendo “lo que hicisteis con uno de estos, mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis”. No dice que es como si de alguna manera lo hiciéramos con Jesús, sino que es Jesús el que está pasando hambre, es Jesús al que se ha abandonado, es Jesús el que es rechazado, porque cada niño tiene una historia tremenda. Y es Jesús el que es feliz, el que te dice “hoy es el día más feliz de mi vida”. ¿Cómo no seguir cuando ves que Dios sonríe? Y Dios es feliz y ellas son felices.
No había ninguna ONG, no había nadie que creyera en nosotros. Entonces, cuando apareció Alejandro en la vida de los niños y en mi vida, me pareció que era surrealista, que eso no estaba pasando, yo me tuve que pellizcar, dije “estoy soñando, ¿cómo alguien puede decir ‘yo apuesto por vosotros, yo creo en vosotros, yo quiero ser parte de vosotros, quiero ser parte de esta familia, ser parte de esta aventura de amor, una auténtica aventura de amor’?”. Y realmente la casa ha quedado muy pequeñita, queremos ampliar una parte de la escuela de fútbol, queremos ampliar una hectárea (10.000m2 más de construcción con ocho casas más) para poder albergar a más niños. Y perdón, respecto a la pregunta anterior, que creo que no la he contestado suficientemente, ¿cómo afrontar una situación así? Hace quince días, a través de un equipo de profesores, nos hablaron de una comunidad nativa que estaba en absoluto abandono, y eran cincuenta niños… La frase fue “no parecen niños, parecen animales, animalitos”. Y entonces nos dijeron “¿qué vais a hacer?”. “No sabemos, no tenemos… Nos lo llevamos todos, vamos a hablar con las familias, vamos a hacer la documentación necesaria y nos los llevamos a todos los niños”. Y no teníamos camas, no teníamos colchones, hemos tenido que pedir prestados colchones a los vecinos para dormir. Y, gracias a Dios, ya hay colchones, ya hay camas, ya están todos. Pero ha habido una solidaridad entre todos los niños, una generosidad tremenda, que lo que a ellos les había pasado, han visto que les sucede a otros niños, entonces, ellos se vuelcan…
Realmente, los agentes del Hogar Nazaret son ellos, los propios niños. Y especialmente las niñas son bien… Hemos tenido incluso problemas de presión alta y ellas mismas son las que salen adelante en su familia. Es muy curioso porque es como una familia muy numerosa. Siempre que viene alguien de afuera del Hogar Nazaret, un extranjero que viene, lo invito y yo le pregunto siempre “¿qué es lo que más te llama la atención del Hogar Nazaret?”. Y me dicen “lo que más me llama la atención es cómo se quieren los niños, realmente es una familia. Es curioso, las bromas, las cosas que se dicen… Cómo os reís, cómo os trabajáis, cómo estáis unidos, es exactamente igual que una familia, lo que pasa que una familia súper, súper numerosa, de trescientos hermanos. ¿Cómo puede ser esto?”. Y es verdad, es una familia, una auténtica familia. Y yo soy el papá de todos.
– Sí, yo creo que estos niños nos dan grandes lecciones de reconciliación y de amor. La primera regla del Laudato si’ es precisamente que la vida humana es única, cada niño es único, cada niño es irrepetible. El entorno en que estamos viviendo es la selva del Amazonas, ni más ni menos, donde el papa tanto insistió, donde fue el Sínodo de la Amazonia, donde sacó la carta “Mi querida Amazonia”. Y precisamente, además (como decía), es apasionante el niño este que voy a llevar para Asís porque es precisamente de Puerto Maldonado y su abuelo era un aborigen. Entonces, ya no es el respeto a la naturaleza, en cambio hay depredación tremenda. En la Amazonia hay una depredación tremenda.
Nosotros, como parte de nuestra reconstrucción de personas, es no solamente el perdonar a las personas que nos han hecho daño y amarles (el amor es la mayor de todas las virtudes), sino amar nuestra casa común. No solamente es que cuidan, sino que aman. Tenemos un biohuerto, tenemos un terreno de 70 hectáreas, donde estamos haciendo la explotación agropecuaria, donde tenemos nuestras (no sé cómo se dice en la Argentina) piscigranjas, piscifactorías, vacas, tenemos sembrados de maíz, de plátano, de yuca… Aunque para mí, incluso, sea una pérdida económica porque los niños a veces no saben manejar la tierra o es mejor el personal adulto (agricultores), lo importante es esa fuerza, esa energía de la madre Tierra, que ellos puedan sentirla en sus corazones. No solamente es un respeto, sino que es un amor a nuestra casa común. Y eso se les inculca, ¿no? Ellos también… Sus costumbres es que viven con los animales, con sus gallinas, con sus perros, en toda la propia casa, entonces, pues, es el amor a los animales. Por ejemplo, sería causa de expulsión de la casa tirar una piedra a un perro, arrojarle una piedra a un perro. Puede parecer muy desproporcionado, pero para nosotros es importante. Nuestros hermanos, los perros, son muy importantes. La ecología es un principio básico fundamental en los valores que transmitimos a los niños.